Cine raruno: Pacific Rim

Escuchad mis palabras, sed testigos de Cine Raruno. El nuevo estreno de Joss Whedon se avecina, ahora empieza mi guardia. No terminará hasta dentro de dos horas. No atenderé llamadas, no dejaré mi asiento, no tomaré Coca-Cola que me da gases. No compraré el Blu-ray, esperaré a la edición en caja metálica. Viviré y te mataré como me hagas un spoiler. Soy el que comprará el merchandising. Soy el vigilante del canon de Marvel. Soy el que se mira la IMDb al salir del cine, la luz del móvil que busca su butaca en la oscuridad, el que despierta al amigo durmiente, el que verá la tercera peli porque, total, ya he aguantado las dos primeras y quiero saber como acaba. Entrego mi vida y mi pasión al cine, durante esta tarde-noche de viernes y todas las que estén por venir.

Cine Raruno es para los cinéfilos que se saben a Tarantino de memoria, los fans incondicionales que se verán todos los reboots de Spider-Man, los eruditos que vieron la versión taiwanesa de Dragon Ball; para vosotros, entendidos que sabéis que Ellen Page es la mejor Kitty Pride, héroes que visteis Avatar en 3D en la fila 2, mártires que pagasteis la entrada de Dungeons&Dragons (sí, esa película ocurrió y todos lo permitimos).

Soy Borja Pascual y esta sección es para el cine, porque el cine sois vosotros.

Entremos en faena.

PACIFIC RIM, de Guillermo del Toro

Aprovechando que en una semana se estrenará La Cumbre Escarlata (Crimson Peak), he decidido comenzar mi sección de cine con lo último de su director.

En un futuro cercano, una brecha interdimensional se abrió en el fondo del pacífico. De ella surgieron los Kaiju, enormes seres extraterrestres sedientos de sangre. La humanidad, unida contra un enemigo de otro mundo y abocada a la extinción, pone sus últimas esperanzas en la construcción de gigantescos robots de combate: Los Jaegers. Estas máquinas de guerra deben ser pilotadas por dos pilotos sincronizados neuralmente, dos pilotos en los que recae el destino de la raza humana.

Y con esta sinopsis el realizador mexicano nos trae una película que representa lo más cerca que estaremos nunca de una adaptación de Neon Genesis Evangelion. La verdad duele, lo sé. Los 131 minutos de duración se convierten en una excusa para que Del Toro despliegue su imaginación con un único propósito: entretener y a toda costa. El director sabe que estamos pagando entrada por ver una película de robots gigantes, de modo que su público objetivo no somos nosotros, sino nuestro niño interior de ocho años, ese que veía Transformers y se flipaba cuando los Power Rangers ensamblaban el Thunder Megazord, porque sabía que la cosa iba en serio. Queremos ver robots luchando contra monstruos. Y queremos guantazos.

Digamos que, de haberse hecho en los ochenta, Pacific Rim hubiera sido un clásico instantáneo, superior al Robot Jox de Stuart Gordon. Consciente de qué historia está contando, Del Toro tira de todos los recursos que han hecho memorables las películas de nuestra infancia, comenzando por los héroes: el mentor carismático y duro pero bondadoso (un Idris Elba que se come la pantalla), el antihéroe que debe demostrarse su valía a sí mismo (Charlie Hunnam sin moto pero con robot) y la exótica compañera con un pasado tormentoso (Rinko Kikuchi, un contrapunto perfecto). Es muy llamativo que, aún incluyendo un único personaje femenino (y, además, joven), éste no se convierta en un mero objeto al que hay que rescatar. Jugando a la baza contraria, Mako Mori es un personaje fuerte que se hace valer en un mundo árido donde no tiene a nadie, atormentada por un pasado que la ha empujado a ser más y a pegar más duro.

Completan el reparto algunos habituales del director, como Ron Perlman y Santiago Segura haciendo sus cameos, y alguna sorpresa como Charlie Day, a quien vimos en Colgados en Philadelphia y recientemente en Cómo acabar con tu jefe. Otro habitual de Guillermo del Toro se encuentra tras las cámaras: el que lleva siendo su director de fotografía desde que en 1993 rodara su ópera prima, Cronos. Estoy hablando de Guillermo Navarro, que demuestra que una película de estas características también puede tener un valor estético y una gran fotografía.


Como esto no es Transformers y está claro que entre combate y combate debe haber un mínimo de argumento, y siguiendo con la inspiración ochentera, nos encontramos con una historia de competición, valor, sacrificio y bravuconadas que no escapa a las comparaciones con la legendaria Top Gun: Pilotos cuyo orgullo les pierde pero que deberán aprender humildad cuando llegue el momento, guerreros que sólo saben abrir su corazón en el campo de batalla. Del mismo modo, no nos vale con que haya robots gigantes, éstos tienen que tener personalidad; de modo que nos deja elegir cuál nos gusta más: si el enorme tanque que es el Cherno Alpha ruso, el rápido y megatecnológico titán chino Crimson Typhoon o, por supuesto, el de los protagonistas, que tiene nombre de stripper: Gipsy Danger. La máxima es que, si puedes hacer una camiseta de ello, vale para la película.


Llevo varios párrafos hablando de robots sacudiéndose y de referencias a cine de los ochenta, pero no nos engañemos: la historia puede ser simple, pero las imágenes no lo son, y es aquí cuando Guillermo del Toro saca toda la artillería y su pasión por el cine japonés. Cada plano tiene un propósito, cada detalle en las ropas y cada movimiento de cámara nos revela un detalle de nuestros protagonistas o da una dimensión a su personalidad, nada es gratuito. En este enlace podéis leer un artículo muy impresionante lo que os estoy diciendo, aunque me temo que es en inglés. 

Es esta riqueza visual, esta voluntad de emplear las imágenes como medio para contar algo más que lo que pone el guión, lo que recuerda al simbolismo del cine de Kurosawa, Satoshi Kôn o al Neon Genesis Evangelion de Studio Gainax. Tanto la relación maestro-discípulo entre Stacker Pentecost (Elba) y Mako Mori (Kikuchi), basada en respeto y deuda mutua, como la solemnidad del movimiento pesado de los Jaegers cuando van a luchar, toman referencia del cine de monstruos japonés, el kaiju eiga, cuyo máximo exponente es, cómo no, Godzilla. Tan lejos ha llevado este mexicano su conexión con la cultura y el corazón japoneses, que fue un éxito de taquilla en dicho país. Hideo Kojima, aclamado creador de Metal Gear Solid, se sofronizó en su Twitter hablando sobre ella: "jamás imaginé que sería tan afortunado de ver una película como esta. El subidón emocional que tuve fue comparable a cómo "2001: Una odisea del espacio" me hizo sentir el espacio exterior, y cuando toqué al dinosaurio en "Jurassic Park". [...] Esta no es simplemente una película a la que respetar, sino que es más importante, nos hace soñar con el futuro del cine de entretenimiento. Pacific Rim es la película otaku definitiva que todos estábamos esperando. ¿Cómo puedes ser japonés y no verla? Espero que aceptéis esta inspiradora carta de amor que ha viajado a través del pacífico, escrita por Guillermo del Toro"

No sé qué os ha parecido a vosotros, pero yo creo que le ha gustado.

No es extraño encontrarse con que la primera incursión de Del Toro en la ciencia-ficción tenga tintes nipones, siendo la misma persona que dirigió las dos entregas de Hellboy Blade II, alguien que tiene en proyecto adaptar En las montañas de la locura, de H. P. Lovecraft. ¿Veis un denominador común? Fandom puro. Del bueno. Pata negra. Y es que Guillermito es como nosotros, sólo que él ha conseguido pasar las puertas de Valhalla, ha entrado en ese panteón en el que residen los que crean nuestros sueños, los que nos inspiran enseñándonos con qué sueñan, los que nos invitan a soñar por nosotros mismos.

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