Cine raruno - Truco o trato

¿Qué es mejor que un post de Halloween? Un post sobre Halloween un mes después de Halloween. Hoy quiero compartir con vosotros una de esas películas cuyo cartel siempre aparece de refilón, por el rabillo del ojo, como quien no quiere la cosa, silenciosa y traicionera como el señor con gases del ascensor. La cosa va a fuego lento; a fuerza de coincidir, te empieza a interesar ese cartel y, a poco que te descuidas, ya estás viendo la película y escribiendo un post sobre ella. Lo peor es que luego no te vuelve a llamar.

Al lío.


Del mismo modo que mi anterior crítica, Ángeles y demonios, es el debut en la dirección del guionista Gregory Widen, Truco o trato supone también la primera vez como director de Michael Dougherty, guionista de X-Men 2, Leyenda urbana 3, Superman returns y de la esperada X-Men: Apocalipsis. Alejándose del género de superhéroes, Dougherty ha querido hacer un film de Halloween en el más puro sentido de la expresión, inspirándose en los clásicos de los 70, 80 y 90 y buscando que se impregne de ese aire de "vieja escuela".

Las películas corales, donde se cuentan varias historias entrelazadas pero independientes entre si, siempre me han parecido un reto a nivel de guión y una manera de mantener al espectador interesado. Lo que me parece original es aplicar esa misma fórmula al cine de terror. Lejos de aburrir o matar la parte de terror, lo que consigue es aumentar la diversión. Seis son las partes en las que se divide el film y cada una funciona como si de episodios de Historias de la cripta se trataran. Tenemos para elegir, desde elementos de terror tan prosaicos como los asesinos en serie hasta incursiones directas en lo sobrenatural y en los monstruos del cine clásico como los vampiros y los licántropos. No quiero desvelar mucho más de la trama, porque esta es una película que se deja descubrir poco a poco, que apuesta fuerte por jugar al equívoco con el espectador y que confía en el humor negro para que éste le perdone su propensión a engañarle.

El hilo conductor de todas las historias es su personaje más misterioso: Sam. Su nombre viene de la palabra Samhaín, nombre pagano que se le daba a la festividad que fue la simiente del Halloween moderno. 


Este pequeño vestido de naranja sirve a la vez de observador y de una suerte de ser malévolo con una fijación por observar las "buenas costumbres". En toda las historias podemos encontrarlo contemplando la escena sin intervenir, en parte indiferente y en parte deleitándose. No es de extrañar que un personaje tan carismático supusiera el punto de partida desde el que la película comenzó a gestarse. 


Michael Dougherty presentó a Sam en 1996, once años antes de realizar Truco o trato, en su cortometraje Season's greetings. Animada a mano, esta pieza que no llega a los cuatro minutos fue la idea de la que partió el desarrollo de esta película. Fue entonces cuando entró en juego Bryan Singer. Me santiguo cada vez que digo su nombre. El director de Sospechosos habituales y X-Men 1 y 2 produjo esta película e incluso trajo a una de las actrices de su saga de mutantes: Anna Paquin, que en X-Men encarnaba a Pícara, es una excelente adición al reparto encabezado por un hosco Brian Cox y un brillante Dylan Baker, al que recordaréis como el dr. Curt Connors de la trilogía de Spider-Man de Sam Raimi. 


El personaje de Baker me ha recordado mucho al que interpretara en la genial Happiness de Todd Solondz, el padre de familia don-nadie, en apariencia timorato, con ese punto sutilmente perturbador pero que no parece motivo justificado para tenerle miedo. Es el tipo de persona de la que luego le hablas a un periodista, balbuciendo que "siempre saludaba", mientras la policía limpia la sangre de la acera detrás de ti.

Otro mérito de Truco o trato es que apuesta casi de manera exclusiva por los efectos físicos. La más que evidente nostalgia por cintas como el Halloween de John Carpenter o los Gremlins de Joe Dante lleva Dougherty a tirar de maquillaje, látex y animatronics donde otros hubieran puesto CGI, más barato pero en definitiva menos inmersivo. La nostalgia por las historias clásicas de terror y por las películas de la infancia impregna la película, tanto en la realización como a nivel argumental. Teniendo en cuenta que esta película tampoco escatima en casquería y sangre, se agradece esa vuelta a los efectos reales, que permiten que los actores reaccionen de verdad ante un ser tangible delante de ellos y no a algo que tienen que imaginarse en un tío en mallas de lycra verde con puntos de tracking en los pezones. La propia Jennifer Connelly decía que, rodando Dentro del Laberinto, dejó de ver a las marionetas como trapos y látex con una mano dentro y cobraron vida para ella. 

Michael Dougherty ha conseguido algo difícil: partir de las bases más clásicas para poder ofrecer una película original, que huele a nuevo, a fresco y a... dulces. Pero cuidado con los dulces, no siempre son lo que parecen ser. Y os recomiendo que os preparéis, porque se rumorea que hay una secuela en camino.

Recordad poneros a salvo. Mentes diabólicas, fantasmas bromistas, seres de las profundidades de las pesadillas y el propio Sam celebran su cónclave en Halloween y cuatro normas nos exigen cumplir:
  1. Lleva un disfraz
  2. Da dulces si te los piden
  3. Nunca apagues una calabaza
  4. Revisa siempre tus dulces
Advertencia: supervivencia no garantizada.

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