Cine raruno - Ángeles y demonios
Antes de nada: esta crítica no va sobre la película de 2009 con Tom Hanks, la del libro de Dan Brown, sino de la película de 1995 con el mismo nombre y un 99.89% menos de Tom Hanks.
¿De dónde surgió todo esto? Corría el año 1993 y a Widen le quemaba el culo en la silla; su querido Conner MacLeod había dado unas secuelas mediocres y el gusanillo de la dirección le había picado al debutar tras la cámara con un episodio de Historias de la cripta que él mismo escribió (por cierto, protagonizado por Clancy Brown, el malvado Kurgan de su saga de inmortales). Había que saltar al largo, sin duda. Lo hizo ese mismo año, aunque tuviera que esperar otros dos para poder tener la película montada y en las salas, todo gracias a que los Weinstein, productores de la cinta, tenían la costumbre de tener una recámara de films para poder cubrir estrenos a dos años vista. En el primer fin de semana hizo beneficios suficientes para que se produjeran tres secuelas más directas a vídeo, aunque me temo que no merecen la pena.
Esto no.
Esto sí.
Gracias a mis contactos con la CIA, el KGB, el TGB y el KFC, he conseguido acceso directo a las cámaras de seguridad de la distribuidora. Por fin conocemos el proceso creativo que estuvo detrás de la traducción del título:
- Paco, que tenemos que traducir una nueva. "The prophecy".
-¿"La profecía"? Pero ya hay una que se llama igual.
-Y además va de lo mismo.
-¿Sí? ¿Que esta de qué va?
-Pues eso, de pirulas satánicas. Ángeles y demonios.
-Adjudicado.
-¿El qué?
-Yo qué sé, estoy borracho.
-Vale, pero ponte pantalones, al menos.
Y el resto es historia. Creo que lo hizo el mismo genio que tradujo Rosemary's baby como La semilla del diablo. Porque El retoño de la Rosa María era demasiado terrorífico y hay que sugerir, pero no mostrar.
Al lío. Como ya llevo dos artículos sobre ciencia-ficción, he pensado hacer hoy una crítica sobre esta joya del terror fantástico que, además, es desgraciadamente el único largometraje dirigido por Gregory Widen, guionista de Los Inmortales y de Llamaradas. Qué mejor ópera prima para alguien como él que una con esta sinopsis:
El arcángel Gabriel baja a la Tierra para recoger un alma malvada y usarla con el objetivo de desequilibrar el empate de fuerzas que existe entre el Cielo y el Infierno. Su plan se ve frustrado cuando encuentra que otro ángel ya ha recogido ese alma y la ha puesto a buen recaudo. La única persona capaz de interponerse en el camino de Gabriel será Thomas Daggett, un policía que ha dado con quien ahora es recipiente de esa alma: una niña pequeña que ha caído bajo la protección de su profesora del colegio.
La película comienza situándonos en una vasta llanura agrietada donde descansa el esqueleto calcinado de un ángel. Frente a él está Simón (interpretado por Eric Stoltz), una figura con gabardina y sin ojos que nos advierte de que la primera guerra, la que hubo entre el Cielo y el Infierno, se reanudará. Con este arranque ya se nos presenta el mundo en el que transcurrirá la historia, un mundo oscuro y apocalíptico en el que hasta los ángeles pueden ser malvados. Del mismo modo sirve como una declaración de intenciones: va a ser una película tenebrosa, poco sutil y visualmente muy estilizada.
Los ángeles son seres envueltos en gabardinas oscuras, hermafroditas y carentes de ojos; atormentados por la cantidad de muertes que han tenido que provocar pero convencidos de que tienen un propósito. No obstante, Gabriel ya no está convencido y, como hiciera Lucifer al principio de los tiempos, se ha rebelado contra la voluntad divina. El mismo Gabriel lo dice en un momento: "Soy un ángel. Mato a los primogénitos mientras sus madres miran, convierto ciudades enteras en sal y, cuando me apetece, le arranco el alma a niñas inocentes. Y desde ahora hasta el fin de los tiempos, lo único de lo que puede estar seguro es de que jamás lo entenderá". Esta representación de los enviados de Dios como soldados se aleja mucho de la visión luminosa y bondadosa de City of angels (remake, por cierto, de El cielo sobre Berlín). Se te plantea que puede que los ángeles estén celosos de nosotros por acaparar todo el cariño del Creador, que tal vez nos odien. Nos ven, literalmente, como "monos parlantes". Pese a este planteamiento, no se enfoca la historia como una de terror, sino más bien como un thriller sobrenatural oscuro más cercano al tono del Se7en de David Fincher, con unas gotas de la versión bíblica de Vampiro: La mascarada.
La figura de Gabriel es el núcleo de la película y lo interpreta un Christopher Walken más carismático que nunca. Parlanchín, sádico y desenvuelto, eminentemente cabreado, despliega un abanico de gestos y maneras de moverse y de mirar que hielan la sangre. Su personaje, además, guarda un gran parecido con el extraño ser angelical al que interpretara ese mismo año en el videoclip Bad girl de Madonna. Destacaría la relación que tiene con el personaje de Amanda Plummer, una pobre mujer que ha sido escogida por Gabriel para ser su títere, su compinche forzosa, y para ello la devuelve a la vida justo cuando iba a descansar en paz. Como dato curioso, Amanda Plummer, Eric Stoltz y Christopher Walken coincidirían de nuevo al año siguiente en Pulp Fiction.
Nuestro protagonista es Thomas Daggett, un diácono que, segundos antes de ordenarse sacerdote, tiene una visión de la guerra entre el Cielo y el Infierno. ¿Qué hace? Lo que haría cualquiera en los noventa tras un suceso traumático, meterse a poli. Es interesante que alguien pierda la fe precisamente por tener el privilegio de presenciar una revelación, algo que lo lleva a rodearse de la maldad terrenal para poder distanciarse de la gran verdad que ha podido ver, un horror que no estaba hecho para ojos de ningún ser humano. En la piel de Thomas está Elias Koteas, actor al que recordaréis como el amigo melenudo con máscara de hockey de Las Tortujas Ninja.
Thomas se enfrenta a Gabriel con la ayuda de Catherine, la profesora de la niña, una correcta Virginia Madsen a la que no se deja mucho espacio para que brille. Trece años después Virginia interpretaría de manera brillante al ángel Asfódelo en la última película de Robert Altman, El último show. Se hace justicia por este papel de comparsa un poco insustancial.
Espera... ¿ese no es Viggo Mortensen?
Lo es. Viggo Mortensen. Y hace de Lucifer. Enough said. Esta película tiene todos los ingredientes para hacer disfrutar a los fans del género: profecías apocalípticas, demonios, ángeles caídos, etc.
Muy recomendada, un capricho visual para los que nos gusta este tipo de cine oscuro con tintes apocalípticos. Y, si te quedas con ganas de más, te recomiendo que le eches un vistazo a Gabriel, de Shane Abbess (pienso dedicarle un artículo a esta), y a La séptima profecía, de Carl Schulz. Espero que se realicen más películas así, explorando la parte oscura de la mitología cristiana y dándonos nuevos motivos para mirar debajo de la cama antes de dormir. Tal vez haya un ángel debajo. Como dice Thomas Daggett: "¿Te has dado cuenta de que, en la Biblia, cuando Dios quiere castigar a alguien o dar ejemplo, o cuando había que matar, enviaba a un ángel? ¿Te has preguntado qué aspecto tendría una criatura así? Toda tu existencia adorando a tu Dios, pero siempre con un ala manchada de sangre. ¿De verdad querrías ver un ángel?"
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