BLADE RUNNER

Ayer estuve en el cine viendo el reestreno de Blade Runner en V.O.S.E., quizás sea cosa de la pantalla o del tamaño de la sala que era más bien pequeña, con ocho filas, pero el caso es que cuando empezó la sensación al volver a ver este clásico moderno, fue la de introducirme de lleno ya no sólo en la historia, si no de estar allí, en tercera persona como si formase parte de la misma.



La espectacular (porque no hay otro adjetivo) banda sonora de Vangelis, la increíble iluminación y la fotografía tan espectacular (algo que se ve desde el mismo inicio de la película) sumerge al espectador en el mundo de Blade Runner, deudora del ciberpunk y del neo noir, el film de Riddley Scott trata de metafísica, de sentimientos, de vida y muerte, pero sobre todo de humanidad.



Unos personajes tan complejos en un universo tan rico y tan completo que cuando uno lo ve, se da cuenta de que en esta historia, no hay ni buenos ni malos. Probablemente si sea cierto que algunos empatizarán (en su mayoría) con Deckard, y otros con los replicantes, que son tan humanos como nosotros, pero con una esperanza de vida mucho menor. Pero la película también trata sobre el amor, el amor entre Deckard y Rachael, un Blade Runner y una replicante que no es consciente de serlo hasta conocer la verdad en la prueba de Deckard. Scott no sólo profundiza en su relación, sino que mezcló a la perfección el corte retrofuturista hasta con el vestuario y los escenarios que tienen atisbos del cine negro más clásico. Esta es sin duda una película de culto indispensable en cualquier estantería.

Sigue emocionando cuando la vemos, sigue sorprendiendo y ha sabido envejecer, y por supuesto encandilando generación tras generacíon. Diálogos casi oníricos, el despertar de la consciencia, la expectación del descubrimiento o la capacidad para asumir nuestros actos son algunos de los temas que se tratan en la película. Si me lo permitís un clásico a redescubrir.

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